EL
INVOLUCRAMIENTO FAMILIAR EN LA PERSPECTIVA DE MEJORAR LOS PROCESOS
CONVIVENCIALES EN LA ESCUELA
María Deisy
Sandoval Gaitán[1]
[1] Orientadora Escolar Colegio República de Colombia I.E.
Licenciada en Psicología y Pedagogía – UPN
Maestrante en Gerencia y Gestión Educativa –
Universidad Libre
Miembro Red Distrital de Docentes
Orientadores Investigadores – OrientaReddi
Línea Familia, escuela y sociedad
“La
familia constituye un componente clave en el desarrollo de las personas
ya que es
uno de los primeros elementos de socialización”
HERNÁNDEZ, Prados, M.A.
(2004) (Maccoby, 1992).
Resumen
Este
escrito es el resultado de una reflexión surgida de las muchas iniciativas
impulsadas en la escuela, debido a esa necesidad urgente de sentirnos escuchados, pero
sobre todo, respaldados por los padres y madres de nuestros estudiantes,
iniciando con una contextualización de los actuales ambientes sociales y
familiares de los que hacen parte nuestros niños, niñas y adolescentes,
invitando finalmente, a la construcción de un capital social para el aprovechamiento
de diversas iniciativas que se pueden realizar desde los departamentos de
orientación, gracias a las naturalezas de nuestros cargos.
Palabras Clave
Orientación Escolar, orientación
familiar, comunidad, sociedad, práctica pedagógica, escuela de padres,
conviviencia
Abstract
This writing is the result of a reflection arising
from the many initiatives promoted in the school, due to this urgent need to
feel heard, but above all, supported by the parents of our students, starting
with a contextualization of the current social environments And family members
of our children and adolescents, inviting finally to build a social capital for
the use of various initiatives that can be carried out from the counseling
departments, due to the nature of our positions.
Introducción
Durante los últimos tiempos
han sido innumerables las propuestas, proyectos e
investigaciones que se han realizado en torno a la educación, sus procesos y
sus actores, de los cuales se han esperado respuestas
a los múltiples cambios familiares, sociales, culturales y tecnológicos que
durante décadas han revolucionado las sociedades y en ellas, a sus
ciudadanos.
Si bien es cierto, hoy día se hace
imprescindible reafirmar la función formativa de la escuela, existen
dificultades de diferente índole que no permiten hacer de ello una realidad,
pues la escuela no es el único espacio de aprendizaje que tienen los
estudiantes, ni sus docentes los únicos agentes responsables de ella, en tanto
la familia, sus formas de conformación, relación y el tejido afectivo
construido en sus propias realidades, sumado a los medios de comunicación y la
nueva ola de redes sociales, representan una significativa influencia en la formación de las nuevas generaciones.
De otra parte, la familia como
célula de la sociedad humana tiene una función insustituible en la educación de
los hijos, a los cuales deberá proporcionarles un ambiente adecuado para su
desarrollo integral (Ley General de Educación, 1994), sin embargo, se
observa a ésta, un tanto a la deriva en lo que se refiere a la educación de los
hijos. Por consiguiente, si se logra dinamizar procesos formativos en la
familia para su adecuado funcionamiento estaremos dando los primeros pasos
hacia una positiva transformación del medio social
Es así
como de alguna manera se ha considerado que la escuela y en ella la educación,
que se ofrece como servicio, es la canalizadora, cuya función principal se
enfoca en el desarrollo continuo de los niños, niñas y jóvenes y por ende de la
sociedad.
En
este orden de ideas, las funciones, las labores de docentes, coordinadores y
orientadores, se transfiguran de tal manera, en la que son estos quienes
se hacen responsables de la educación de sus estudiantes, no solo dentro
de la escuela, sino también fuera de ella, sustituyendo con ello la labor formativa que se supone está a cargo de los
padres, adultos familiares y/o cuidadores de los menores, situación que a su
vez significa que los maestros asumen una
responsabilidad formativa de sus estudiantes en un gran porcentaje;
quedando supeditados a los cambios y movimientos que realice la familia y la
comunidad en la cual están inmersos, tanto ellos, como la escuela misma.
Ante
estas nuevas formas de socialización y el poder adquirido por ellas en los
procesos de educación y crianza de los niños, niñas y jóvenes, la acción
educativa se ve obligada a replantear su papel pedagógico, otorgando otros
significados al ejercicio de la práctica educativa e incorporando
didácticas denotadas a la acción, de tal manera que sean concordantes a
estos modos y formas de aprender y de enseñar. Para ello, el involucramiento, colaboración
y participación activa de la familia, se torna no solamente necesaria, sino imprescindible. De allí la pregunta y desafío que encaramos
todos los que de una u otra forma hacemos parte de esa gran responsabilidad
educativa, ¿cómo acercar la familia a la escuela y la escuela a la familia,
rompiendo los muros que dividen esa tan similar pero diferente responsabilidad
formativa?
Antes
de dar respuesta a la pregunta, es así mismo importante,
aprovechar estos espacios, para el encuentro, la socialización de
experiencias y todo aquello que posibilite otras comprensiones y miradas del
mundo que surge del compartir tanto de saberes como de aprendizajes, reflexionar los
haceres propios de la orientación, teniendo en cuenta, que en el
contexto de los cambios actuales, no es sólo en el currículum donde hay que
centrar los esfuerzos de reforma, en la ampliación de cobertura o en las
prácticas pedagógicas, acciones impulsadas y desarrolladas para cumplir con
requisitos y parámetros internacionales de calidad, sino que hay que actuar con
la familia, así como con la comunidad
circundante a los entornos escolares, derribando los muros que nos separan, para atender las necesidades de mejoramiento de la
calidad de vida de nuestros niños latinoamericanos, de tal forma, que se logre
desarrollar en ellos no solo habilidades comunicativas, académicas y
científicas para el trabajo, sino también, habilidades necesarias para la vida, como el ejercicio y
la construcción de una ciudadanía plena en el marco de una nueva sociedad
multidiversa, pluricultural, hispanoamericana, que no tiene fronteras y que les
brinda la posibilidad de ser felices.
En otras palabras, para lograr una
educación no solo de calidad, sino que a la vez impacte las nuevas formas de
relación de los sujetos, la construcción de valores y fortalezas
afectivas, es fundamental que desde los departamentos de Orientación y en
sus prácticas reales se impulsen acciones encaminadas en fortalecer el rol y la
participación activa de los padres y madres de familia en los procesos de
formación de sus hijos; no obstante, los contextos familiares desestructurados
y las diferencias culturales, económicas y sociales que hacen parte de sus
realidades.
Todo este este amplio panorama supone en
primera instancia, y en el marco de los diversos estudios e iniciativas que a nivel
global existen, la necesidad de establecer iniciativas que permitan incrementar
el capital familiar que hace parte de las instituciones educativas, buscando
poner en conexión la familia y la escuela de la mano a las nuevas oportunidades
que ofrece la sociedad de la información, junto con los
escenarios y campos de acción institucional, local, municipal y departamental convirtiendo
con ello las amenazas en oportunidades para la organización, funcionamiento y
fortalecimiento de la escuela y la familia, en sus
responsabilidades diferenciadas de enseñar y educar
Como
advierte el educador y pedagogo Argentino Juan Carlos Tedesco (1995), se
precisa un “nuevo pacto educativo, entre todos los sectores que se comprometen
con el logro de metas...”, para que en el pequeño, mediano y largo plazo se
articulen las acciones educativas escolares con las acciones
de otros agentes formadores que impacten las aulas y los escenarios familiares,
es decir, se trata de realizar gestiones conjuntas en, con y para la comunidad
en la que crecemos, vivimos, nos formamos y trabajamos, pues sólo a través de
la reconstrucción de la escuela y la familia, se pueden reconstruir las
comunidades y con ellas a la sociedad misma.
Como es notable, ante esta difícil
coyuntura, la acción y participación de las y los orientadores (en representación
de la escuela), así como de madres y padres de familia, debe empezar a ser más
activa de tal suerte que todos puedan jugar un papel importante en este proceso
de mejorar la organización y funcionamiento del sistema educativo, es preciso
conectar la vida escolar y en ella sus acciones, con la vida y las acciones que
suceden fuera de las instituciones educativas, en especial aquella vida y
aquellas acciones que se tejen al interior de la familia, es decir, la ruptura
que existe entre la escuela y la familia solo se supera a través de la
acción comunitaria que estas dos, en conjunto y de manera individual realicen.
Para alcanzar esto, no se trata de
evidenciar culpas o señalar culpabilidades, sino de un reto aún más
ambicioso… de asumir, ejercer y aprender de esas responsabilidades que como
diría Bourdieu, (1991) “están inscritas en las estructuras, en mecanismos
muy complicados que sobrepasan las capacidades de los agentes…” (los que
conforman la escuela y la familia)... “Lo que no significa que los agentes no puedan
hacer algo, tomando conciencia de ello, pueden contrariar los mecanismos,
pueden evitar servirlos por inconsciencia, incluso, si se organizan
colectivamente, pueden llegar a alterar profundamente su eficacia, conocer
este mecanismo y frenarlo”.
Por tanto, asumir la tarea educativa de
manera aislada y sin esos vínculos articulatorios que deben existir entre
familia, escuela y medios de comunicación, es una cadena irreparable de
desaciertos, vacíos y desesperanza, se hace necesario empezar por actuar
paralelamente, de tal manera que estas responsabilidades no asumidas, no
recaigan en unos y otros, sino que existan corresponsabilidades a cada una de
ellas con la intervención directa de los padres y madres junto a la participación
activa de la escuela.
Sin lugar a dudas eso se traduce en mejorar la organización
y el funcionamiento del sistema social y el sistema educativo, otorgando ese
nivel privilegiado al ámbito afectivo de la familia como primer y principal
agente de socialización del individuo, lugar para aprender los criterios,
actitudes, valores, la constancia en las normas, autocontrol, equilibrio
emocional, sentido de la responsabilidad, motivación por el trabajo y el
esfuerzo personal, desarrollo emocional y creciente autonomía.
Es justamente en esta intersección entre
escuela y familia donde la labor mediadora, así como la
presencia de los orientadores y las orientadoras cobra la importancia y el valor necesarios que permitan conectar las
estructuras divididas, montadas y contrariadas sobre las ruinas afectivas de
esta nueva sociedad que en palabras de Zygmunt Bauman se ha convertido en realidad:
una “sociedad líquida”, con una
modernidad líquida, una educación líquida y una humanidad consumista afectada
por el síndrome de la impaciencia y la acumulación de placeres momentáneos,
realidades que han hecho de la familia y la escuela un producto y no un
proceso”.
Todo este discurso y ejercicio académico aporta una
base conceptual establecida en y para la relación escuela, familia, comunidad
en la perspectiva transformadora de sociedad, lugar preponderante para
establecer nuevos ejercicios ciudadanos que resignifiquen la labor y los
conocimientos cimentados en el estudio académico, pero sobre todo en la
práctica realizada por todos y cada uno de los profesionales que desde
las diversas disciplinas atendemos estos cambios estructurales.
Mejorar la sociedad en la vida de nuestros
estudiantes, como lo
revela Antonio Bolivar, de la Universidad de Granada, parte del ejercicio
comunitario que le apuesta a “construir capital social mediante redes y
relaciones basadas en compromisos consensuados a través de prácticas de
inclusión familiar en la vida de las instituciones educativas aprovechando
programas educativos comunitarios” que buscan conectar el mundo de las familias
con el mundo de las escuelas.
Finalmente, La respuesta a la pregunta
inicial, se encuentra entonces en nuestras Escuelas
de Padres, ya que estos espacios son aún territorios inexplorados que considero,
debemos aprovechar y potenciar en esta necesidad apremiante de mejorar los
diversos diálogos que permitan encontrarnos en un territorio común con las
familias.
“Las Escuelas de
Padres han intentado subsanar esta carencia, aunque con frecuencia han perecido
en el intento debido a factores como: el imaginario educativo que las sustenta,
la falta de compromiso de la comunidad educativa, el desinterés de los
usuarios, la obligatoriedad impuesta por las instituciones con el ánimo de
mantenerlas funcionando, el desconocimiento de la necesidad y trascendencia que
tiene el aprender a ser padre o madre en el mejoramiento de la calidad de las
relaciones intrafamiliares”. (Jaimes, 1998).
Por
consiguiente, la escuela necesita de los padres y madres de nuestros
estudiantes pues cualquier acción formativa que desde esta se quiera impulsar,
ya sea para mejorar la convivencia escolar, bajar los índices de repitencia,
disminuir el riesgo de consumo de sustancias psicoactivas o aminorar los
múltiples riesgos biopsicosociales a los que están expuestos los niños, niñas y
adolescentes fracasa si de estos se excluye a la familia. Lo cual se
encuentra ligado en que “Los padres constituyen la principal
referencia para la socialización de los hijos, mediante la transmisión de
creencias, valores y actitudes, que incidirán en su desarrollo personal y
social” (Hernández, 2007).
Así mismo, las familias necesitan del apoyo
que desde diversos aspectos brinda la escuela a sus hijos. “Si trabajamos en
colaboración con la familia… el trabajo realizado en la escuela para mejorar la
convivencia y la relación entre los escolares, verá sus posibilidades de éxito
multiplicadas, pues el alumno percibirá coherencia entre el clima escolar y el
familiar”. (Hernández, 2004). Esta posible y recíproca relación necesita de la
orientación escolar, pero también, de la orientación familiar, por ese saber
constituido en el ejercicio profesional de la labor
que realizamos, si no logramos a través de este saber y de este espacio
construir redes de participación que comiencen a encauzar de una mejor manera
la caótica realidad que nos abruma, entonces las posibilidades que como
comunidad y como humanidad poseemos de acción colectiva para generar los
cambios apremiantes que requiere nuestra sociedad son escasas.
BIBLIOGRAFÍA
JAIMES, Gloria. “Influencia de las relaciones de autoridad en la
Interacción Comunicativa Padres y/o madres e hijas adolescentes” Instituto
Central de Ciencias Pedagógicas de Cuba, 1998, tesis presentada para optar el
título de Máster en Ciencias Pedagógicas con especialidad en Investigación
Educativa.
HERNÁNDEZ, Prados, M.A. (2004) “Los conflictos escolares desde la
perspectiva familiar. Tesis Doctoral. Universidad de Murcia
HERNÁNDEZ, Prados, M.A. (2005) “El papel de las relaciones
paterno-filiares en la conflictividad escolar. En Salvador. Nuevos desafíos de
la educación. Tomo 1. Alicante. Editorial Club Universitarioa (ECU).
HERNÁNDEZ, Prados, M.A. (2007) “La convivencia en la familia y en
la escula. Puntos de Encuentro. Actas del II Encuentro Internacional de
Educación en valores: Conocimiento, educación y valores.
WEBGRAFÍA:
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