APORTES SOBRE EL MANEJO DE LA
CONVIENCIA ESCOLAR,
UNA
APROXIMACION P S IC O AN A L IT IC A
Anie Meza[1]
Introducción
Esta
reflexión surge a partir de la fundamentación de la línea Convivencia y
Psicoafectividad correspondiente a la Red de Orientadores “OrientaReddi” la
cual ofrece una oportunidad para investigar las dificultades de convivencia que
tienen implicaciones afectivas y sociales y que se presentan como un reto para
los miembros de la comunidad educativa. Se pretende así, generar interrogantes
sobre las diferentes formas de lazo social, especialmente la presencia
inevitable de los conflictos, confrontado con el ideal de armonía y paz en la
convivencia humana.
De esta
forma, la línea ofrece un amplio panorama de temas para investigar, desde la
pregunta sobre las implicaciones de los vínculos humanos, hasta la necesidad de
la existencia de la Ley, la norma y el castigo, como medidas tradicionales que
se han utilizado para controlar los excesos en el manejo de las relaciones.
Se
contempla la posibilidad de trabajar con toda la comunidad educativa: padres,
docentes y estudiantes, actores activos de instituciones que tienen como misión
principal regular los lazos humanos.
Se trata
de un estudio teórico en el que se ha tenido en cuenta la complejidad de la
subjetividad humana, reconociendo la existencia de un conflicto estructural que
la caracteriza. Además, de los esfuerzos que ha realizado el Estado para
facilitar la convivencia entre los sujetos, evidenciando un gran número de
documentos y acciones que permitieron reflexionar sobre el tema. En Colombia la
institución educativa debe acoger las diferentes normatividades que orientan la
acción sobre los escolares y sus familias, tales como la Ley General de Educación
(115 de 1994), y la Ley actual de Infancia y Adolescencia (Ley 1098 de 2006),
la Ley 1620 del año 2013 y el decreto 1965 del mismo año, el cual reglamenta el
“Sistema Nacional de Convivencia escolar, la educación para la sexualidad y la
prevención y mitigación de la violencia escolar”, todos estos documentos
constituyen nobles intentos de normalizar las relaciones humanas; sin embargo
algunas problemáticas persisten, por lo que nos seguimos preguntando: ¿por qué
se hace necesario sancionar tantas leyes? ¿Qué pasa con el sujeto humano que
insiste en la desarmonía, en vez de la armonía y paz tan anhelada?
El
reconocimiento de que se necesita algo que controle las tendencias
trasgresoras, proviene de la idea de que éstas tienden al exceso; el deseo del
ser humano es voraz haciéndose necesario la Ley para suponerles límite, pues el
ordenamiento en él no proviene de su interior, de su metabolismo, de su
herencia, sino del exterior, del Otro, en tanto cultura, mediada por la
institución, e instituida por el lenguaje. De esta forma el ser humano requiere
cada vez más de nuevas prohibiciones o/y estrategias que puedan ponerles un
tope a ese empuje transgresor.
Así,
socialmente se espera que las instituciones ofrezcan medios para mitigar el
exceso, tanto de la sexualidad como de la hostilidad del hombre y controlar la
tendencia a la satisfacción pulsional problemática para la convivencia.
En este
sentido la familia y la institución educativa son las principales
instituciones convocadas a limitar desde temprana edad estas tendencias
conflictivas. Precisamente bajo esta premisa y con ese encargo social se han
desarrollado a lo largo de la historia los programas y planteamientos
educativos, específicamente programas de prevención e intervención que mitiguen
la violencia entre los sujetos.
Sabemos
que a pesar de estos esfuerzos académicos, continúa la preocupación
generalizada sobre la existencia de conflictos y prácticas dañinas entre los
miembros de la comunidad educativa: comentarios mal intencionados entre
docentes, rivalidad, agresiones en cualquiera de sus modalidades y, en este
sentido me pregunto: ¿Qué hacer con los niños y jóvenes de hoy? ¿Qué ha pasado
en las familias y en la sociedad en general, que cada día se vulneran más los
derechos de los demás, se transgreden las normas y se pasa el límite de lo
prohibido?
Se
analizará a continuación el significado de “institución”, especialmente la
familia y la Escuela, como los lugares donde se construye los vínculos
afectivos y se regulan los lazos sociales. Así mismo, se trabajan los conceptos
de Autoridad y Disciplina, el ideal de Armonía y de ausencia de conflicto en
las relaciones humanas. Se propone un cambio en la perspectiva de los
conflictos y algunas acciones practicas posibles a realizar en la Escuela: la
Pedagogía del Afecto, la estrategia “ARAR y el Huerto Escolar”, la articulación
de proyectos deportivos y artísticos que promueven espacios de sublimación y
contribuyen a una convivencia más sana.
La
institución.
El
concepto “Institución” etimológicamente comparte su raíz con “instrucción,
institutriz, instructor””, aspecto que no es casual sino que responde a la idea
de trasmisión de normas, de conductas y costumbres consideradas importantes
para una sociedad; va más allá de un lugar físico y se trata más bien de organizaciones
sociales que ordenan la sociedad y entregan a la comunidad un valor o servicio.
La familia y la escuela constituyen dos instituciones sociales que cumplen
funciones básicas referidas a la organización subjetiva, a la regulación de los
vínculos y a la transmisión de la cultura, gozan de las características de toda
institución y como tales buscan instituir, instruir y eternizar...
La
institución es aquello que trasciende al sujeto, que existe más allá de su
participación y que se instala como función simbólica; fundamento primordial en
el origen de la cultura y la civilización, portador del ideal de instituir, de
organizar y ordenar los vínculos humanos. La función e imperativo de la
institución es hacer lazo social y regularlo. Se reconoce, además, que en toda
institución se establecen vínculos de diverso orden, lazos de amor y agresivos,
que pueden ordenar, apaciguar o destruir la institución. Así, un individuo está
determinado por los vínculos o relaciones con los otros y sus objetos, a la vez
que existe una fuerte ligazón entre los miembros de una institución, es decir,
entre quienes hacen parte del grupo y su líder[2]; vínculo
que se caracteriza por organizarse en el tiempo y de manera progresiva, desde
una irracionalidad a una conducta más racional.
Familia,
institución constituyente.
Las
familias en diferentes épocas se han transformado porque corresponden a
circunstancias históricas distintas; en la gran mayoría de casos esta
institución ha sido utilizada como un termómetro de la sociedad, en el sentido
de evaluar el progreso o la estructuración social a partir de la composición o
descomposición familiar.
Se
destaca en la revisión de los planteamientos sociológicos y antropológicos el
hecho de que independientemente del discurso desde el cual se hable de la
familia, sea desde el religioso, el educativo, el jurídico, el biológico, el
antropológico, entre otros, hay algo en común: su función de trasmisión.
Además, se reconoce cómo la familia siempre funda identificaciones, siendo el
lugar donde se transmite la palabra, la cultura. De aquí la importancia de
tenerla en cuenta no solo como estructura básica para la institución del
sujeto, sino también en lo particular de los vínculos que allí se establecen,
los ideales que se promueven y la regulación que implanta en cada sujeto que a
ella pertenece.
La
familia no solo trasmite ideales e identificaciones sexuales, también es la
fuente de satisfacciones y prohibiciones, de tal forma que los lazos tendrán
como base el amor prohibido, reprimido o inhibido, dependiendo de cada sujeto.
Se
reconoce a la familia como el lugar que, mediante la palabra, instituye, marca
o introduce elementos fundamentales para la construcción de la subjetividad en
el niño desde su nacimiento, contribuyendo en su constitución como sujeto; todo
este vínculo complejo dado en la familia, determina en cada uno, de acuerdo con
su construcción fantasmática particular, una postura frente a la Ley, a los
otros, a las pérdidas, las diferencias, la autoridad, y en general a todas las
experiencias de lazo con los demás.
La
familia en la contemporaneidad.
La familia es una institución que trasmite al sujeto modalidades
vinculares acorde con valores, ideales y significaciones, propios de una época
y lugar específico. Sin embargo, la familia de hoy se caracteriza por su falta
de respuestas, por la dificultad de los padres para orientar a los hijos cuando
las propias creencias entran en crisis. Los padres se ven afectados por la
caída de los ideales que sustentaron en tiempos anteriores la identidad y
autoridad que los padres poseían frente a sus hijos.
Es
evidente que el desarrollo tecnológico ha modificado la vida familiar, por
cuanto ha dado lugar a fenómenos distintos como nuevas modalidades de engendrar
a un ser vivo y otros hallazgos. Son fenómenos a los que el adulto no ha podido
aún dar significación, rompiéndose la cadena de transmisión frente a los hijos.
La educación sexual, las actuales formas de fertilización y otros avances
científicos, han variado las preguntas y han complejizado las respuestas,
sembrando desconciertos y polémicas; además, han trastocado de algún modo el
ordenamiento de las etapas vitales y la relación entre las generaciones,
creando en el adulto la pregunta sobre ¿cómo trasmitir al hijo estos hechos aún
cargados de incertidumbre y sin sentido?[3] Todo esto genera un
entorpecimiento de la trasmisión intergeneracional de significaciones que
asegure la continuidad de la cultura.
El
desmoronamiento de la familia como referente ha llevado a que otras
instituciones intervengan, asumiendo funciones antes encomendadas solo a la
familia, vigilándola en el cumplimiento óptimo de su función, educándola en su
quehacer o sustituyéndola, apartando al niño de su familia, cuando esta es
considerada un peligro para él. La impotencia flagrante del discurso amo en la
familia para regular los excesos, se busca suplir con la regulación de otra
institución, la Escuela, con la ilusión de que sea operante el discurso amo
anudado al discurso de la ciencia, sostenidos por la institución escolar.
Paradójicamente,
la intervención de otras instituciones en su papel de centinela de la familia,
con instrumentos protectores de los menores como son los derechos de los niños
y de los adolescentes, necesarios para evitar el exceso de muchos adultos, sitúa
a los padres, a los referentes familiares, a la autoridad parental, a la
institución familiar, en general, en una condición de mayor debilidad, frente a
los miembros que a ella pertenecen. Situación que da cuenta de los excesos que
también otras instituciones cometen, con la pretensión de proteger a la
familia.
La
institución educativa: ¿una opción para regular el lazo social?
En esta
línea sobre convivencia y socioafectividad también se cuestiona a la
institución educativa como un lugar de regulación social, no solo por su
impotencia actual, sino además porque tradicionalmente se establece la escuela
como el lugar al cual se transfiere no solo parte de la dinámica de los
vínculos establecidos en el hogar, sino además la responsabilidad de contribuir
en la formación subjetiva del niño. Esta institución se constituye en el
complemento de la función paterna al contribuir a la separación necesaria que
debe darse entre el niño y su madre, y al continuar regulando su comportamiento
y sus vínculos mediante prohibiciones, permisividades y límites, utilizando
para ello medidas pedagógicas que le son propias.
Es decir,
la escuela es la institución a la que la sociedad le exige, no solo contribuir
positivamente en la forma en que el niño establece lazos, sino además, dar
respuestas efectivas a las problemáticas que puedan presentarse,
específicamente prevenir la presencia de conflictos entre pares, el maltrato o
abuso a que pueda ser objeto el niño, considerado como vulnerable y necesitado
de protección. Por esto, se le sitúa a la escuela como la institución que debe
ser garante de los derechos de los niños y para ellos se le encomienda
emprender estrategias que eviten la exposición del niño a situaciones excesivas
de violencia por parte del otro.
En esta
tarea se ve enfrentada a una encrucijada: por un lado está el deseo de sostener
el ideal de ser humano como un sujeto armónico e integral, y por el otro, el
reconocimiento de su impotencia para modificar algunos fenómenos sociales que
generan malestar en el vínculo humano y particularmente, los lazos violentos
que se establecen en las familias.
El reto
de la educación, entonces, ya no se limita a garantizar los conocimientos
básicos para trasmitir el acervo cultural y dar respuesta a las necesidades
profesionales que la sociedad necesita, sino además, construir nuevas formas de
abordar las problemáticas que se desencadenan en el hogar, y que el niño trae a
la escuela sin tramitar, encontrando en ella un espacio para manifestar sus
inconformidades o malestares.
Debido a
la cantidad de expectativas y de encargos sociales que le son exigidos a la
institución educativa, los maestros manifiestan sus dificultades para
desempeñar cabalmente su función y para dar una instrucción adecuada,
sumándosele a esto la pérdida de prestigio y la caída como referente, que
también ha acontecido sobre la escuela y los maestros. Son aspectos que hacen
difícil trabajar bajo los valores de normas y respeto esenciales en el acto
docente.
Reconocemos
que la educación comienza en la familia y se continúa en las instituciones
sociales, específicamente en la institución escolar, ésta permite al niño
saberse sujeto humano, apropiarse de la cultura, hacer parte de un grupo social
y tomar su lugar en él. De acuerdo con los aportes lacanianos, en la institución
educativa el niño “toma un lugar que lo lleva a ser sujeto deseante”[4].
Sobre la
autoridad y la disciplina en la institución escolar.
¿Qué ha
pasado con la autoridad en la institución escolar? Pregunta que nos hacemos
todos los días, evidentemente en la institución escolar se ha venido dando un
cambio en cuanto a la disciplina y el conflicto con la autoridad. Anteriormente
se rechazaba la autoridad que ella representaba, pero era una forma de
reconocerla, de dirigirse a ella, de tener en cuenta al Otro de la institución;
en la actualidad ya no sucede lo mismo, ahora la escuela ya no representa
autoridad para los estudiantes, provocando tensiones al ser obligado a
pertenecer a ella. Esto genera incomodidades en el niño que se manifiestan con
indisciplina, “hiperactividad” o dificultad para encontrar un lugar, para
ubicarse como parte de un grupo.
La
escuela debe ser el lugar simbólico que posibilite continuar con la
estructuración subjetiva del niño. ¿Qué representan sus compañeros, su docente
y demás personas en el ámbito escolar?, Lo importante es identificar el vínculo
que establece el niño en la institución educativa, descrito por Freud como la “transferencia
con la autoridad”, tomando a los maestros como sustitutos transferenciales
de la autoridad parental.
Por otra
parte, para que el niño logre hacer transferencia de autoridad de su familia a
la escuela, es necesario que sus padres, y en general su familia hagan también
esa transferencia, permitan que la escuela actúe a nivel de autoridad sobre sus
hijos y además que ellos, en cuanto padres, también logren someterse, en cierta
medida, a la autoridad de la escuela.
En el
libro “La familia en desorden”, Elisabeth Roudinesco[5] menciona al patriarca autoritario al cual se estaba sometido, por
el valor que la madre daba al padre; hoy esto correspondería a un abuso o
maltrato de parte de los adultos. Actualmente es común que la madre desvalorice
la función paterna, que menosprecie al padre de la realidad y es difícil que el
padre sea situado como un ideal.
La ley es
necesaria, ¿pero porque no funciona?
Se
resalta la importancia de la necesidad de la existencia de leyes y normas tanto
en la familia como en la escuela, normatividad que contribuye a la regulación
de la conducta humana. A la existencia de la Ley, concepto primordial para el
psicoanálisis, se le atribuye el nacimiento de las instituciones sociales u
organizaciones en las que aquella tiene una función específica: ordenar,
acotar, limitar, prohibir, organizar; es decir, contener el exceso de la pulsión,
lo que es lo mismo que ordenar el goce. La limitación tanto de las pulsiones
sexuales como de las agresivas ha contribuido a la formación de sociedades y de
la civilización en general. Este ordenamiento también da origen al sujeto.
Para que
el niño llegue a la asimilación de la Ley debe atender y temer a la ley
externa; sólo de esta forma puede lograr la autorregulación del superyó como
instancia separada y encargada de vigilar y sancionar los aspectos morales del
sujeto.
La
transmisión de la Ley fundamental de la cultura, generalmente es apoyada con
nuevas normas y leyes organizadas por la sociedad. Pero hemos visto, a la vez,
cómo las instituciones no logran plenamente la regulación anhelada entre los
hombres[6] y cómo entonces deben introducir nuevas leyes, más aún cuando el
Otro desfallece, es decir cuando la Ley pierde su valor regulador.
La
instauración de la Ley, se le atribuye el nacimiento de la subjetividad y de
las instituciones u organizaciones sociales por la función específica que ésta
tiene: ordenar, acotar, limitar, prohibir, organizar; es decir, la ley organiza
y contiene el goce de la pulsión.
¿Por qué
obedecemos? Es una de las preguntas que nos invita a revisar el paradigma
freudiano, específicamente su obra sobre el mito, “Tótem y tabú”, con el que
intenta explicar el origen de lo humano. De acuerdo con algunos autores, esta
obra no sólo pone al descubierto el mecanismo por el cual interiorizamos la Ley
paterna, sino también la potencia colectiva que animaba el poder despótico del
padre de la horda y que todavía es la fuente de la fuerza opresiva de las
instituciones represoras[7].
Freud y
sus aportes nos llevan a inferir cómo la institución educativa, parte esencial
de la cultura, reproduce el acontecimiento mítico, en el sentido de representar
una comunidad que necesita sus leyes jerárquicas para poder funcionar. La
existencia de una ley que prohíba vulnerar los derechos de las personas,
específicamente de los menores de edad y la proliferación de normas y programas
que prevengan tal violación, es la muestra de que la humanidad siempre ha
necesitado de esos símbolos que acoten las tendencias destructivas del ser
humano.
En su
artículo “El malestar en la Cultura”, Freud plantea la discrepancia
entre las exigencias pulsionales presentes en el sujeto y las restricciones que
la cultura le impone a su cumplimiento. Plantea en este escrito dos aspectos
importantes: por un lado, el sentimiento de culpa como una de las consecuencias
más importantes del desarrollo cultural y, por otro, la intervención de la
pulsión destructiva. El ideal de la felicidad, tal como el sujeto siempre lo ha
soñado, se dificulta precisamente por la presencia del dolor y del sufrimiento.
Interesa destacar aquí una de las tres fuentes de sufrimiento, según Freud: la
relación con el semejante y las normas que regulan los vínculos sociales. La
cultura tendría entonces esa misión: imponerle el renunciamiento pulsional,
limitando la satisfacción sexual y la tendencia agresiva, debido a que estas
resultarían amenazantes al orden pretendido.
Para
Freud es claro que no basta con la sanción para refrenar esas tendencias, son
necesarias otras vías para reorientar la libido hacia otras direcciones:
propone el amor como uno de los fundamentos para la convivencia de los seres
humanos, la amistad u otras formas de vínculos y de ofertas que permitan
fortalecer los lazos comunitarios. Los procesos sublimatorios como el arte, el
deporte, el trabajo o la vida intelectual aumentan la posibilidad de la vida en
la comunidad.
De
acuerdo con los aportes de Freud, el padre simboliza la norma, la ley; él es
quien pone límites en las familias y quien ejerce la autoridad. Sin embargo, se
reconoce que en la época actual ya las familias no siguen este único patrón,
como se mencionó en el apartado correspondiente. Ha habido un cambio al
interior de las familias producto del discurso actual, en el cual ya no es tan
claro ni consistente a quien se le debe obedecer, ni quién es el que representa
la ley. Es innegable que en nuestra sociedad cada día se decretan normas y
leyes en un intento desesperado de acotar el aumento de las conductas de
vulneración de los derechos de las personas, comportamientos destructivos y
trasgresiones de las prohibiciones primordiales (incesto y parricidio). A pesar
de que existen grandes posibilidades sublimatorias, surgen inquietudes sobre el
funcionamiento del superyó en la actualidad, la conciencia moral, la necesidad
de castigo, entre otros planteamientos freudianos.
Toda
institución, en tanto opera como ley, no solo interviene en la construcción
subjetiva de cada sujeto, sino que además sus mandatos pueden fortalecer
elementos del superyó de los miembros de la institución.
Lo
esperado entonces, es que la institución familiar promueva y facilite la
función paterna, que ésta pueda operar de manera adecuada, para facilitar que
el niño llegue a la escuela con ciertas condiciones simbólicas que le permitan
establecer lazos y aceptar medios reguladores de su conducta. Sin embargo, en
el discurso actual, con el ánimo de proteger a los niños de los abusos o
excesos de los adultos, la norma plantea una horizontalidad que limita en
extremo la labor de un docente o padre de familia, quienes difícilmente
representan autoridad para los estudiantes o para los hijos.
En la
actualidad es evidente la pérdida de la autoridad, no sólo de parte de los
padres, sino también de los docentes, quienes representan transferencialmente a
los padres. Padres y docentes no solo han perdido la autoridad, sino que además
temen ejercerla. Y este temor de ejercer la autoridad surge por cuanto se trata
de un ejercicio que implica cierta violencia simbólica y al haberse equiparado
autoridad con violencia se renuncia a ella por temor a la denuncia de causar
maltrato o de vulnerar los derechos de los menores, interrumpiendo el libre
desarrollo de la personalidad, entre otros temores provocados por las
normatividades actuales.
¿Cuál es
el problema que puede presentarse si se borra esta distinción entre el niño y
el adulto, si desaparece la autoridad, los representantes de la ley que
organizan y si se da rienda suelta a la pretendida relación horizontal?
¿Estaremos hablando de transgresión de la Ley o de anarquía? ¿Podría estar
sembrándose en el niño la posibilidad de estructurarse desde la estructura
perversa? ¿El declive de la autoridad, la cual tiene que ver con la falta de
creencia actual en el padre y en el inconsciente, tiene influencia en la
creación de nuevos síntomas? Estas inquietudes se generan por un lado al
evidenciar que en la actualidad, la pretendida “democracia participativa”
limita el poder de la autoridad y por otro lado al considerar que el nuevo amo
es un fetiche, no encarnado en una persona que represente la ley, sino en algo
que impera en la sociedad de consumo, el dinero, amo que no tiene límites en cuanto
a su poder, “un poder absoluto que barre con el pudor y la moral, que trastoca
con la vida en familia, las concepciones del hombre y de su dignidad.”[8]
Ideal De
Armonía Y Ausencia De Conflictos.
Al
plantear que el saber que deben asumir los padres y los docentes debe ser el
saber del especialista, es decir el promulgado por la ciencia, se desecha el
propio saber, el saber trasmitido por el otro familiar, por el otro de la
generación del ancestro, saber que cada quien le ha dado su propia forma y lo ha
hecho íntimo a él. En última se desecha el saber personal y con éste, el saber
inconsciente, que es el que opera en momentos críticos. Con la instrucción no
hay lugar para reflexionar sobre el propio saber.
En cuanto
al ideal de sostener relaciones ausentes de conflicto, el fracaso es evidente.
A pesar de que se habla del postmodernismo como una época en la que la
esperanza de una realización del ser humano se difumina, la búsqueda de la
felicidad plena e ilimitada está en el horizonte, y la institución educativa se
inscribe en esa búsqueda, en la intención de formar hombres integrales que
puedan realizarse en su totalidad y que puedan alcanzar la anhelada la
felicidad.
Lo
anterior se confirma en los proyectos cuyo horizonte se dirige al logro de la
felicidad y la paz plena entre los seres humanos. Esto se puede reconocer en
las misiones, visones y proyectos educativos institucionales; documentos
necesarios para organizar un derrotero y la utopía del “deber ser”, pero
alejados de la concepción de hombre como sujeto constituido en el conflicto,
estructuralmente limitado en cuanto a la perfección y agresivo en su esencia.
Teniendo en cuenta que las instituciones se interesan, a veces de manera
excesiva, en contar con evidencias escritas sobre su ideal, surge la
interrogación sobre si existe una necesidad en los seres humanos de “nombrar”,
dejar escrito e inscrito en el papel algo que permita mantener esa esperanza y
la ilusión por un mundo mejor.
Esta
ficción de sostener los lazos sociales bajo el principio de la armonía y de
apaciguar los desbordes de goce pulsional, se encuentra en la actualidad más
amenazada, debido al aumento de traumatismos que invaden al sujeto, por cuanto
en el horizonte no está el sufrimiento ni el conflicto, no se le prepara para
enfrentarlos como inherentes a la vida, pues el sufrimiento se equipara a
traumatismo o a maltrato. También por la disminución de las condiciones para
limitar el goce que desde distintas instancias sociales se promueve, ya que
existen cada día más estímulos que invitan al goce y al desaforo sin medida. En
últimas, es el contraste entre el ideal agobiante de la felicidad y el
contraste con la distancia frente a la felicidad vislumbrada, que sume al
sujeto en un vacío mayor, haciéndolo más propenso a la violencia.
Propuestas.
Después
de reconocer los límites de los programas de prevención, los cambios en la
estructuración familiar, la caída de la autoridad, el ideal de armonía total y
el encargo que le atribuye a la escuela la única posibilidad para contener el
desborde de actitudes violentas que ocasionan dificultades en la convivencia
del estudiante, uno se pregunta: ¿qué puedo hacer como orientador escolar?
Estas
propuestas son algunas de las experiencias realizadas en instituciones
educativas públicas de Colombia que buscan generar un espacio de encuentro
socioafectivo entre los miembros de la familia y la escuela. En general se
pretende aumentar el valor del sentido de la vida, promover el amor por todo lo
existente, especialmente por la naturaleza; enfatizar en la posibilidad de
aceptar las pérdidas, el sufrimiento, el conflicto y la diferencia entre los
sujetos, como parte inevitable de la vida; además, reconocer un orden y una Ley
natural de las cosas, necesarias para con-vivir en este planeta con el otro.
La propuesta
de la Pedagogía y Encuentro afectivo con padres es una estrategia que
enfatiza en la comunicación afectiva entre padre e hijos, talleres que se
desarrollan durante todo el año escolar con un grupo de padres que se interesan
de manera continua por sostener un dialogo con su hijo (a) sobre lo que
sienten, sus expectativas, sus errores, sus debilidades como ser humano, sus
dones, sus esfuerzos, lo que significan o representan para sus vidas, el
desprendimiento y la des idealización de los padres, el reconocimiento de sus
límites, y en general sus deseos. Se trabaja mediante talleres vivenciales y en
algunas ocasiones con temas específicos que se utilizan como excusa para el
encuentro, facilitando la comunicación y orientado por un facilitador (el orientador
escolar), que puntualiza, señala o favorece el lazo y la red afectiva entre los
participantes.
La
Construcción de un Huerto Escolar, cuyo proyecto se llama ARAR, en un
doble sentido: por un lado arar la tierra, como símbolo de movimiento y
remoción de impurezas y forma de prepararse para un renacer en la vida consigo
mismo y con los demás; y por otro lado, se trata del valores, A: autonomía, R:
respeto, A: autocuidado y autoconcepto y R: responsabilidad.
El
proyecto se desarrolla en tres fases: la primera, la sensibilización, consiste
en la realización de talleres vivenciales en el cual se trabaja el “Darse
cuanta” del cuerpo y de las emociones implicadas en la comunicación y en las
relaciones intra e interpersonales.
La
segunda, la vida y sus posibilidades, mediante expresiones artísticas como la
biodanza, la pintura y la música, el canto y la composición literaria, se
generará conciencia sobre los obstáculos internos que dificultan habilidades
comunicativas. El propósito es identificar las emociones y actitudes negativas
que intervienen en el trato con los demás, además de aprender a manejarlas.
La
tercera fase, símbolos que representan la vida, se trata de utilizar el símbolo
de la tierra y el sembrado (huerta), como metáfora de la vida y sus posibilidades.
El nacimiento de hojas, flores y frutos contribuirá en el fomento del buen
trato mediante la posibilidad de encontrarnos con las diferentes etapas del
ciclo vital, la elaboración de duelos o traumas personales, destacar el valor
de la vida, el autocuidado, el cuidado del otro, la responsabilidad y el
respeto. Se espera que los participantes desarrollen habilidades resilientes y
toma de decisiones adecuadas en su proyecto de vida.
BIBLIOGRAFÍA
FREUD, Sigmund. “Psicología
de las masas y análisis del yo” (1920-1922).
Volumen XVIII.
STRAUSS, Marc, “El
niño, su familia y la institución”, en: Destinos de la familia hoy. pág.,
17.
ROUDINESCO, Elisabeth. “La
familia en desorden”. Buenos Aires: Paidós, 2003. ROZITCHNER, León. “Freud
y los problemas del poder”. Buenos Aires: Losada.
2003.
ROJAS, María Cristina, S
LACAN, Jacques. “La lógica de la Castración” En Seminario 5. pág.
116.TERNBACH, Susana.
[2] FREUD, Sigmund. “Psicología
de las masas y análisis del yo” (1920-1922). Óp. Cit., Volumen
XVIII.
[4] STRAUSS, Marc, “El niño, su familia y la
institución”, en: Destinos de la familia hoy. Óp. pág., 17.
[6] Regulación entendida como control de
agresividad, de la sexualidad y de toda conducta que atente contra la armonía
entre los hombres.