viernes, 17 de marzo de 2017

LA SUBJETIVIDAD Y LA TRANSGRESION DE LA LEY


APORTES SOBRE EL MANEJO DE LA CONVIENCIA ESCOLAR,
UNA APROXIMACION P S IC O AN A L IT IC A
Anie Meza[1]
Introducción
Esta reflexión surge a partir de la fundamentación de la línea Convivencia y Psicoafectividad correspondiente a la Red de Orientadores “OrientaReddi” la cual ofrece una oportunidad para investigar las dificultades de convivencia que tienen implicaciones afectivas y sociales y que se presentan como un reto para los miembros de la comunidad educativa. Se pretende así, generar interrogantes sobre las diferentes formas de lazo social, especialmente la presencia inevitable de los conflictos, confrontado con el ideal de armonía y paz en la convivencia humana.
De esta forma, la línea ofrece un amplio panorama de temas para investigar, desde la pregunta sobre las implicaciones de los vínculos humanos, hasta la necesidad de la existencia de la Ley, la norma y el castigo, como medidas tradicionales que se han utilizado para controlar los excesos en el manejo de las relaciones.
Se contempla la posibilidad de trabajar con toda la comunidad educativa: padres, docentes y estudiantes, actores activos de instituciones que tienen como misión principal regular los lazos humanos.
Se trata de un estudio teórico en el que se ha tenido en cuenta la complejidad de la subjetividad humana, reconociendo la existencia de un conflicto estructural que la caracteriza. Además, de los esfuerzos que ha realizado el Estado para facilitar la convivencia entre los sujetos, evidenciando un gran número de documentos y acciones que permitieron reflexionar sobre el tema. En Colombia la institución educativa debe acoger las diferentes normatividades que orientan la acción sobre los escolares y sus familias, tales como la Ley General de Educación (115 de 1994), y la Ley actual de Infancia y Adolescencia (Ley 1098 de 2006), la Ley 1620 del año 2013 y el decreto 1965 del mismo año, el cual reglamenta el “Sistema Nacional de Convivencia escolar, la educación para la sexualidad y la prevención y mitigación de la violencia escolar”, todos estos documentos constituyen nobles intentos de normalizar las relaciones humanas; sin embargo algunas problemáticas persisten, por lo que nos seguimos preguntando: ¿por qué se hace necesario sancionar tantas leyes? ¿Qué pasa con el sujeto humano que insiste en la desarmonía, en vez de la armonía y paz tan anhelada?
El reconocimiento de que se necesita algo que controle las tendencias trasgresoras, proviene de la idea de que éstas tienden al exceso; el deseo del ser humano es voraz haciéndose necesario la Ley para suponerles límite, pues el ordenamiento en él no proviene de su interior, de su metabolismo, de su herencia, sino del exterior, del Otro, en tanto cultura, mediada por la institución, e instituida por el lenguaje. De esta forma el ser humano requiere cada vez más de nuevas prohibiciones o/y estrategias que puedan ponerles un tope a ese empuje transgresor.
Así, socialmente se espera que las instituciones ofrezcan medios para mitigar el exceso, tanto de la sexualidad como de la hostilidad del hombre y controlar la tendencia a la satisfacción pulsional problemática para la convivencia.
En este sentido la familia y la institución educativa son las principales instituciones convocadas a limitar desde temprana edad estas tendencias conflictivas. Precisamente bajo esta premisa y con ese encargo social se han desarrollado a lo largo de la historia los programas y planteamientos educativos, específicamente programas de prevención e intervención que mitiguen la violencia entre los sujetos.
Sabemos que a pesar de estos esfuerzos académicos, continúa la preocupación generalizada sobre la existencia de conflictos y prácticas dañinas entre los miembros de la comunidad educativa: comentarios mal intencionados entre docentes, rivalidad, agresiones en cualquiera de sus modalidades y, en este sentido me pregunto: ¿Qué hacer con los niños y jóvenes de hoy? ¿Qué ha pasado en las familias y en la sociedad en general, que cada día se vulneran más los derechos de los demás, se transgreden las normas y se pasa el límite de lo prohibido?
Se analizará a continuación el significado de “institución”, especialmente la familia y la Escuela, como los lugares donde se construye los vínculos afectivos y se regulan los lazos sociales. Así mismo, se trabajan los conceptos de Autoridad y Disciplina, el ideal de Armonía y de ausencia de conflicto en las relaciones humanas. Se propone un cambio en la perspectiva de los conflictos y algunas acciones practicas posibles a realizar en la Escuela: la Pedagogía del Afecto, la estrategia “ARAR y el Huerto Escolar”, la articulación de proyectos deportivos y artísticos que promueven espacios de sublimación y contribuyen a una convivencia más sana.
La institución.
El concepto “Institución” etimológicamente comparte su raíz con “instrucción, institutriz, instructor””, aspecto que no es casual sino que responde a la idea de trasmisión de normas, de conductas y costumbres consideradas importantes para una sociedad; va más allá de un lugar físico y se trata más bien de organizaciones sociales que ordenan la sociedad y entregan a la comunidad un valor o servicio. La familia y la escuela constituyen dos instituciones sociales que cumplen funciones básicas referidas a la organización subjetiva, a la regulación de los vínculos y a la transmisión de la cultura, gozan de las características de toda institución y como tales buscan instituir, instruir y eternizar...
La institución es aquello que trasciende al sujeto, que existe más allá de su participación y que se instala como función simbólica; fundamento primordial en el origen de la cultura y la civilización, portador del ideal de instituir, de organizar y ordenar los vínculos humanos. La función e imperativo de la institución es hacer lazo social y regularlo. Se reconoce, además, que en toda institución se establecen vínculos de diverso orden, lazos de amor y agresivos, que pueden ordenar, apaciguar o destruir la institución. Así, un individuo está determinado por los vínculos o relaciones con los otros y sus objetos, a la vez que existe una fuerte ligazón entre los miembros de una institución, es decir, entre quienes hacen parte del grupo y su líder[2]; vínculo que se caracteriza por organizarse en el tiempo y de manera progresiva, desde una irracionalidad a una conducta más racional.
Familia, institución constituyente.
Las familias en diferentes épocas se han transformado porque corresponden a circunstancias históricas distintas; en la gran mayoría de casos esta institución ha sido utilizada como un termómetro de la sociedad, en el sentido de evaluar el progreso o la estructuración social a partir de la composición o descomposición familiar.
Se destaca en la revisión de los planteamientos sociológicos y antropológicos el hecho de que independientemente del discurso desde el cual se hable de la familia, sea desde el religioso, el educativo, el jurídico, el biológico, el antropológico, entre otros, hay algo en común: su función de trasmisión. Además, se reconoce cómo la familia siempre funda identificaciones, siendo el lugar donde se transmite la palabra, la cultura. De aquí la importancia de tenerla en cuenta no solo como estructura básica para la institución del sujeto, sino también en lo particular de los vínculos que allí se establecen, los ideales que se promueven y la regulación que implanta en cada sujeto que a ella pertenece.
La familia no solo trasmite ideales e identificaciones sexuales, también es la fuente de satisfacciones y prohibiciones, de tal forma que los lazos tendrán como base el amor prohibido, reprimido o inhibido, dependiendo de cada sujeto.
Se reconoce a la familia como el lugar que, mediante la palabra, instituye, marca o introduce elementos fundamentales para la construcción de la subjetividad en el niño desde su nacimiento, contribuyendo en su constitución como sujeto; todo este vínculo complejo dado en la familia, determina en cada uno, de acuerdo con su construcción fantasmática particular, una postura frente a la Ley, a los otros, a las pérdidas, las diferencias, la autoridad, y en general a todas las experiencias de lazo con los demás.
La familia en la contemporaneidad.
La familia es una institución que trasmite al sujeto modalidades vinculares acorde con valores, ideales y significaciones, propios de una época y lugar específico. Sin embargo, la familia de hoy se caracteriza por su falta de respuestas, por la dificultad de los padres para orientar a los hijos cuando las propias creencias entran en crisis. Los padres se ven afectados por la caída de los ideales que sustentaron en tiempos anteriores la identidad y autoridad que los padres poseían frente a sus hijos.
Es evidente que el desarrollo tecnológico ha modificado la vida familiar, por cuanto ha dado lugar a fenómenos distintos como nuevas modalidades de engendrar a un ser vivo y otros hallazgos. Son fenómenos a los que el adulto no ha podido aún dar significación, rompiéndose la cadena de transmisión frente a los hijos. La educación sexual, las actuales formas de fertilización y otros avances científicos, han variado las preguntas y han complejizado las respuestas, sembrando desconciertos y polémicas; además, han trastocado de algún modo el ordenamiento de las etapas vitales y la relación entre las generaciones, creando en el adulto la pregunta sobre ¿cómo trasmitir al hijo estos hechos aún cargados de incertidumbre y sin sentido?[3] Todo esto genera un entorpecimiento de la trasmisión intergeneracional de significaciones que asegure la continuidad de la cultura.
El desmoronamiento de la familia como referente ha llevado a que otras instituciones intervengan, asumiendo funciones antes encomendadas solo a la familia, vigilándola en el cumplimiento óptimo de su función, educándola en su quehacer o sustituyéndola, apartando al niño de su familia, cuando esta es considerada un peligro para él. La impotencia flagrante del discurso amo en la familia para regular los excesos, se busca suplir con la regulación de otra institución, la Escuela, con la ilusión de que sea operante el discurso amo anudado al discurso de la ciencia, sostenidos por la institución escolar.
Paradójicamente, la intervención de otras instituciones en su papel de centinela de la familia, con instrumentos protectores de los menores como son los derechos de los niños y de los adolescentes, necesarios para evitar el exceso de muchos adultos, sitúa a los padres, a los referentes familiares, a la autoridad parental, a la institución familiar, en general, en una condición de mayor debilidad, frente a los miembros que a ella pertenecen. Situación que da cuenta de los excesos que también otras instituciones cometen, con la pretensión de proteger a la familia.
La institución educativa: ¿una opción para regular el lazo social?
En esta línea sobre convivencia y socioafectividad también se cuestiona a la institución educativa como un lugar de regulación social, no solo por su impotencia actual, sino además porque tradicionalmente se establece la escuela como el lugar al cual se transfiere no solo parte de la dinámica de los vínculos establecidos en el hogar, sino además la responsabilidad de contribuir en la formación subjetiva del niño. Esta institución se constituye en el complemento de la función paterna al contribuir a la separación necesaria que debe darse entre el niño y su madre, y al continuar regulando su comportamiento y sus vínculos mediante prohibiciones, permisividades y límites, utilizando para ello medidas pedagógicas que le son propias.
Es decir, la escuela es la institución a la que la sociedad le exige, no solo contribuir positivamente en la forma en que el niño establece lazos, sino además, dar respuestas efectivas a las problemáticas que puedan presentarse, específicamente prevenir la presencia de conflictos entre pares, el maltrato o abuso a que pueda ser objeto el niño, considerado como vulnerable y necesitado de protección. Por esto, se le sitúa a la escuela como la institución que debe ser garante de los derechos de los niños y para ellos se le encomienda emprender estrategias que eviten la exposición del niño a situaciones excesivas de violencia por parte del otro.
En esta tarea se ve enfrentada a una encrucijada: por un lado está el deseo de sostener el ideal de ser humano como un sujeto armónico e integral, y por el otro, el reconocimiento de su impotencia para modificar algunos fenómenos sociales que generan malestar en el vínculo humano y particularmente, los lazos violentos que se establecen en las familias.
El reto de la educación, entonces, ya no se limita a garantizar los conocimientos básicos para trasmitir el acervo cultural y dar respuesta a las necesidades profesionales que la sociedad necesita, sino además, construir nuevas formas de abordar las problemáticas que se desencadenan en el hogar, y que el niño trae a la escuela sin tramitar, encontrando en ella un espacio para manifestar sus inconformidades o malestares.
Debido a la cantidad de expectativas y de encargos sociales que le son exigidos a la institución educativa, los maestros manifiestan sus dificultades para desempeñar cabalmente su función y para dar una instrucción adecuada, sumándosele a esto la pérdida de prestigio y la caída como referente, que también ha acontecido sobre la escuela y los maestros. Son aspectos que hacen difícil trabajar bajo los valores de normas y respeto esenciales en el acto docente.
Reconocemos que la educación comienza en la familia y se continúa en las instituciones sociales, específicamente en la institución escolar, ésta permite al niño saberse sujeto humano, apropiarse de la cultura, hacer parte de un grupo social y tomar su lugar en él. De acuerdo con los aportes lacanianos, en la institución educativa el niño “toma un lugar que lo lleva a ser sujeto deseante”[4].
Sobre la autoridad y la disciplina en la institución escolar.
¿Qué ha pasado con la autoridad en la institución escolar? Pregunta que nos hacemos todos los días, evidentemente en la institución escolar se ha venido dando un cambio en cuanto a la disciplina y el conflicto con la autoridad. Anteriormente se rechazaba la autoridad que ella representaba, pero era una forma de reconocerla, de dirigirse a ella, de tener en cuenta al Otro de la institución; en la actualidad ya no sucede lo mismo, ahora la escuela ya no representa autoridad para los estudiantes, provocando tensiones al ser obligado a pertenecer a ella. Esto genera incomodidades en el niño que se manifiestan con indisciplina, “hiperactividad” o dificultad para encontrar un lugar, para ubicarse como parte de un grupo.
La escuela debe ser el lugar simbólico que posibilite continuar con la estructuración subjetiva del niño. ¿Qué representan sus compañeros, su docente y demás personas en el ámbito escolar?, Lo importante es identificar el vínculo que establece el niño en la institución educativa, descrito por Freud como la “transferencia con la autoridad”, tomando a los maestros como sustitutos transferenciales de la autoridad parental.
Por otra parte, para que el niño logre hacer transferencia de autoridad de su familia a la escuela, es necesario que sus padres, y en general su familia hagan también esa transferencia, permitan que la escuela actúe a nivel de autoridad sobre sus hijos y además que ellos, en cuanto padres, también logren someterse, en cierta medida, a la autoridad de la escuela.
En el libro “La familia en desorden”, Elisabeth Roudinesco[5] menciona al patriarca autoritario al cual se estaba sometido, por el valor que la madre daba al padre; hoy esto correspondería a un abuso o maltrato de parte de los adultos. Actualmente es común que la madre desvalorice la función paterna, que menosprecie al padre de la realidad y es difícil que el padre sea situado como un ideal.
La ley es necesaria, ¿pero porque no funciona?
Se resalta la importancia de la necesidad de la existencia de leyes y normas tanto en la familia como en la escuela, normatividad que contribuye a la regulación de la conducta humana. A la existencia de la Ley, concepto primordial para el psicoanálisis, se le atribuye el nacimiento de las instituciones sociales u organizaciones en las que aquella tiene una función específica: ordenar, acotar, limitar, prohibir, organizar; es decir, contener el exceso de la pulsión, lo que es lo mismo que ordenar el goce. La limitación tanto de las pulsiones sexuales como de las agresivas ha contribuido a la formación de sociedades y de la civilización en general. Este ordenamiento también da origen al sujeto.
Para que el niño llegue a la asimilación de la Ley debe atender y temer a la ley externa; sólo de esta forma puede lograr la autorregulación del superyó como instancia separada y encargada de vigilar y sancionar los aspectos morales del sujeto.
La transmisión de la Ley fundamental de la cultura, generalmente es apoyada con nuevas normas y leyes organizadas por la sociedad. Pero hemos visto, a la vez, cómo las instituciones no logran plenamente la regulación anhelada entre los hombres[6] y cómo entonces deben introducir nuevas leyes, más aún cuando el Otro desfallece, es decir cuando la Ley pierde su valor regulador.
La instauración de la Ley, se le atribuye el nacimiento de la subjetividad y de las instituciones u organizaciones sociales por la función específica que ésta tiene: ordenar, acotar, limitar, prohibir, organizar; es decir, la ley organiza y contiene el goce de la pulsión.
¿Por qué obedecemos? Es una de las preguntas que nos invita a revisar el paradigma freudiano, específicamente su obra sobre el mito, “Tótem y tabú”, con el que intenta explicar el origen de lo humano. De acuerdo con algunos autores, esta obra no sólo pone al descubierto el mecanismo por el cual interiorizamos la Ley paterna, sino también la potencia colectiva que animaba el poder despótico del padre de la horda y que todavía es la fuente de la fuerza opresiva de las instituciones represoras[7].
Freud y sus aportes nos llevan a inferir cómo la institución educativa, parte esencial de la cultura, reproduce el acontecimiento mítico, en el sentido de representar una comunidad que necesita sus leyes jerárquicas para poder funcionar. La existencia de una ley que prohíba vulnerar los derechos de las personas, específicamente de los menores de edad y la proliferación de normas y programas que prevengan tal violación, es la muestra de que la humanidad siempre ha necesitado de esos símbolos que acoten las tendencias destructivas del ser humano.
En su artículo “El malestar en la Cultura”, Freud plantea la discrepancia entre las exigencias pulsionales presentes en el sujeto y las restricciones que la cultura le impone a su cumplimiento. Plantea en este escrito dos aspectos importantes: por un lado, el sentimiento de culpa como una de las consecuencias más importantes del desarrollo cultural y, por otro, la intervención de la pulsión destructiva. El ideal de la felicidad, tal como el sujeto siempre lo ha soñado, se dificulta precisamente por la presencia del dolor y del sufrimiento. Interesa destacar aquí una de las tres fuentes de sufrimiento, según Freud: la relación con el semejante y las normas que regulan los vínculos sociales. La cultura tendría entonces esa misión: imponerle el renunciamiento pulsional, limitando la satisfacción sexual y la tendencia agresiva, debido a que estas resultarían amenazantes al orden pretendido.
Para Freud es claro que no basta con la sanción para refrenar esas tendencias, son necesarias otras vías para reorientar la libido hacia otras direcciones: propone el amor como uno de los fundamentos para la convivencia de los seres humanos, la amistad u otras formas de vínculos y de ofertas que permitan fortalecer los lazos comunitarios. Los procesos sublimatorios como el arte, el deporte, el trabajo o la vida intelectual aumentan la posibilidad de la vida en la comunidad.
De acuerdo con los aportes de Freud, el padre simboliza la norma, la ley; él es quien pone límites en las familias y quien ejerce la autoridad. Sin embargo, se reconoce que en la época actual ya las familias no siguen este único patrón, como se mencionó en el apartado correspondiente. Ha habido un cambio al interior de las familias producto del discurso actual, en el cual ya no es tan claro ni consistente a quien se le debe obedecer, ni quién es el que representa la ley. Es innegable que en nuestra sociedad cada día se decretan normas y leyes en un intento desesperado de acotar el aumento de las conductas de vulneración de los derechos de las personas, comportamientos destructivos y trasgresiones de las prohibiciones primordiales (incesto y parricidio). A pesar de que existen grandes posibilidades sublimatorias, surgen inquietudes sobre el funcionamiento del superyó en la actualidad, la conciencia moral, la necesidad de castigo, entre otros planteamientos freudianos.
Toda institución, en tanto opera como ley, no solo interviene en la construcción subjetiva de cada sujeto, sino que además sus mandatos pueden fortalecer elementos del superyó de los miembros de la institución.
Lo esperado entonces, es que la institución familiar promueva y facilite la función paterna, que ésta pueda operar de manera adecuada, para facilitar que el niño llegue a la escuela con ciertas condiciones simbólicas que le permitan establecer lazos y aceptar medios reguladores de su conducta. Sin embargo, en el discurso actual, con el ánimo de proteger a los niños de los abusos o excesos de los adultos, la norma plantea una horizontalidad que limita en extremo la labor de un docente o padre de familia, quienes difícilmente representan autoridad para los estudiantes o para los hijos.
En la actualidad es evidente la pérdida de la autoridad, no sólo de parte de los padres, sino también de los docentes, quienes representan transferencialmente a los padres. Padres y docentes no solo han perdido la autoridad, sino que además temen ejercerla. Y este temor de ejercer la autoridad surge por cuanto se trata de un ejercicio que implica cierta violencia simbólica y al haberse equiparado autoridad con violencia se renuncia a ella por temor a la denuncia de causar maltrato o de vulnerar los derechos de los menores, interrumpiendo el libre desarrollo de la personalidad, entre otros temores provocados por las normatividades actuales.
¿Cuál es el problema que puede presentarse si se borra esta distinción entre el niño y el adulto, si desaparece la autoridad, los representantes de la ley que organizan y si se da rienda suelta a la pretendida relación horizontal? ¿Estaremos hablando de transgresión de la Ley o de anarquía? ¿Podría estar sembrándose en el niño la posibilidad de estructurarse desde la estructura perversa? ¿El declive de la autoridad, la cual tiene que ver con la falta de creencia actual en el padre y en el inconsciente, tiene influencia en la creación de nuevos síntomas? Estas inquietudes se generan por un lado al evidenciar que en la actualidad, la pretendida “democracia participativa” limita el poder de la autoridad y por otro lado al considerar que el nuevo amo es un fetiche, no encarnado en una persona que represente la ley, sino en algo que impera en la sociedad de consumo, el dinero, amo que no tiene límites en cuanto a su poder, “un poder absoluto que barre con el pudor y la moral, que trastoca con la vida en familia, las concepciones del hombre y de su dignidad.”[8]
Ideal De Armonía Y Ausencia De Conflictos.
Al plantear que el saber que deben asumir los padres y los docentes debe ser el saber del especialista, es decir el promulgado por la ciencia, se desecha el propio saber, el saber trasmitido por el otro familiar, por el otro de la generación del ancestro, saber que cada quien le ha dado su propia forma y lo ha hecho íntimo a él. En última se desecha el saber personal y con éste, el saber inconsciente, que es el que opera en momentos críticos. Con la instrucción no hay lugar para reflexionar sobre el propio saber.
En cuanto al ideal de sostener relaciones ausentes de conflicto, el fracaso es evidente. A pesar de que se habla del postmodernismo como una época en la que la esperanza de una realización del ser humano se difumina, la búsqueda de la felicidad plena e ilimitada está en el horizonte, y la institución educativa se inscribe en esa búsqueda, en la intención de formar hombres integrales que puedan realizarse en su totalidad y que puedan alcanzar la anhelada la felicidad.
Lo anterior se confirma en los proyectos cuyo horizonte se dirige al logro de la felicidad y la paz plena entre los seres humanos. Esto se puede reconocer en las misiones, visones y proyectos educativos institucionales; documentos necesarios para organizar un derrotero y la utopía del “deber ser”, pero alejados de la concepción de hombre como sujeto constituido en el conflicto, estructuralmente limitado en cuanto a la perfección y agresivo en su esencia. Teniendo en cuenta que las instituciones se interesan, a veces de manera excesiva, en contar con evidencias escritas sobre su ideal, surge la interrogación sobre si existe una necesidad en los seres humanos de “nombrar”, dejar escrito e inscrito en el papel algo que permita mantener esa esperanza y la ilusión por un mundo mejor.
Esta ficción de sostener los lazos sociales bajo el principio de la armonía y de apaciguar los desbordes de goce pulsional, se encuentra en la actualidad más amenazada, debido al aumento de traumatismos que invaden al sujeto, por cuanto en el horizonte no está el sufrimiento ni el conflicto, no se le prepara para enfrentarlos como inherentes a la vida, pues el sufrimiento se equipara a traumatismo o a maltrato. También por la disminución de las condiciones para limitar el goce que desde distintas instancias sociales se promueve, ya que existen cada día más estímulos que invitan al goce y al desaforo sin medida. En últimas, es el contraste entre el ideal agobiante de la felicidad y el contraste con la distancia frente a la felicidad vislumbrada, que sume al sujeto en un vacío mayor, haciéndolo más propenso a la violencia.
Propuestas.
Después de reconocer los límites de los programas de prevención, los cambios en la estructuración familiar, la caída de la autoridad, el ideal de armonía total y el encargo que le atribuye a la escuela la única posibilidad para contener el desborde de actitudes violentas que ocasionan dificultades en la convivencia del estudiante, uno se pregunta: ¿qué puedo hacer como orientador escolar?
Estas propuestas son algunas de las experiencias realizadas en instituciones educativas públicas de Colombia que buscan generar un espacio de encuentro socioafectivo entre los miembros de la familia y la escuela. En general se pretende aumentar el valor del sentido de la vida, promover el amor por todo lo existente, especialmente por la naturaleza; enfatizar en la posibilidad de aceptar las pérdidas, el sufrimiento, el conflicto y la diferencia entre los sujetos, como parte inevitable de la vida; además, reconocer un orden y una Ley natural de las cosas, necesarias para con-vivir en este planeta con el otro.
La propuesta de la Pedagogía y Encuentro afectivo con padres es una estrategia que enfatiza en la comunicación afectiva entre padre e hijos, talleres que se desarrollan durante todo el año escolar con un grupo de padres que se interesan de manera continua por sostener un dialogo con su hijo (a) sobre lo que sienten, sus expectativas, sus errores, sus debilidades como ser humano, sus dones, sus esfuerzos, lo que significan o representan para sus vidas, el desprendimiento y la des idealización de los padres, el reconocimiento de sus límites, y en general sus deseos. Se trabaja mediante talleres vivenciales y en algunas ocasiones con temas específicos que se utilizan como excusa para el encuentro, facilitando la comunicación y orientado por un facilitador (el orientador escolar), que puntualiza, señala o favorece el lazo y la red afectiva entre los participantes.
La Construcción de un Huerto Escolar, cuyo proyecto se llama ARAR, en un doble sentido: por un lado arar la tierra, como símbolo de movimiento y remoción de impurezas y forma de prepararse para un renacer en la vida consigo mismo y con los demás; y por otro lado, se trata del valores, A: autonomía, R: respeto, A: autocuidado y autoconcepto y R: responsabilidad.
El proyecto se desarrolla en tres fases: la primera, la sensibilización, consiste en la realización de talleres vivenciales en el cual se trabaja el “Darse cuanta” del cuerpo y de las emociones implicadas en la comunicación y en las relaciones intra e interpersonales.
La segunda, la vida y sus posibilidades, mediante expresiones artísticas como la biodanza, la pintura y la música, el canto y la composición literaria, se generará conciencia sobre los obstáculos internos que dificultan habilidades comunicativas. El propósito es identificar las emociones y actitudes negativas que intervienen en el trato con los demás, además de aprender a manejarlas.
La tercera fase, símbolos que representan la vida, se trata de utilizar el símbolo de la tierra y el sembrado (huerta), como metáfora de la vida y sus posibilidades. El nacimiento de hojas, flores y frutos contribuirá en el fomento del buen trato mediante la posibilidad de encontrarnos con las diferentes etapas del ciclo vital, la elaboración de duelos o traumas personales, destacar el valor de la vida, el autocuidado, el cuidado del otro, la responsabilidad y el respeto. Se espera que los participantes desarrollen habilidades resilientes y toma de decisiones adecuadas en su proyecto de vida.



BIBLIOGRAFÍA
FREUD, Sigmund. “Psicología de las masas y análisis del yo(1920-1922).
Volumen XVIII.
STRAUSS, Marc, “El niño, su familia y la institución”, en: Destinos de la familia hoy. pág., 17.
ROUDINESCO, Elisabeth. “La familia en desorden”. Buenos Aires: Paidós, 2003. ROZITCHNER, León. “Freud y los problemas del poder”. Buenos Aires: Losada.
2003.
ROJAS, María Cristina, S LACAN, Jacques. “La lógica de la Castración” En Seminario 5. pág. 116.TERNBACH, Susana.




[1] Psicóloga clínica. Orientadora Escolar. Bogotá (col). Miembro Orientareddi
[2] FREUD, Sigmund. “Psicología de las masas y análisis del yo(1920-1922). Óp. Cit., Volumen XVIII.

[3] ROJAS, María Cristina, STERNBACH, Susana. Óp. Cit.
[4] STRAUSS, Marc, “El niño, su familia y la institución”, en: Destinos de la familia hoy. Óp. pág., 17.
[5] ROUDINESCO, Elisabeth. “La familia en desorden”. Buenos Aires: Paidós, 2003.
[6] Regulación entendida como control de agresividad, de la sexualidad y de toda conducta que atente contra la armonía entre los hombres.
[7] ROZITCHNER, León. “Freud y los problemas del poder”. Buenos Aires: Losada. 2003.
[8] LACAN, Jacques. “La lógica de la Castración” En Seminario 5. Óp. Cit., pág. 116.

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